La alcachofa se ha convertido por méritos propios en una de las piezas más apreciadas de nuestra huerta. Por eso, ahora que estamos en temporada, numerosos restaurantes aprovechan para inundar su carta con platos de alcachofas: al vapor, rebozadas, en guiso… ¡A continuación os contamos los secretos de esta hortaliza tan rica y versátil!
Con mucha tradición en los países mediterráneos, la alcahofa tiene su origen en el norte de África. Por eso, la palabra procede del árabe (al-kharshûf), que se traduce como “palo de espinas”.
La alcachofera es una planta que alcanza los dos metros de altura de color verde pálido con unos hilos blancos en la parte inferior. Su parte comestible es la flor que nace en la parte superior con un parecido al cardo gigante y sin espinas.
Su nombre científico, Cynara, proviene de la siguiente leyenda griega: Zeus al ver a una hermosa doncella llamada Cynara, se enamoró de ella y decidió llevársela al Monte Olimpo para convertirla en diosa. Pero Cynara extrañaba a su familia y decidió regresar a su isla. Enfurecido por el despecho, Zeus la convirtió en alcachofa.
Tipos de alcachofas hay muchas a lo largo del Mediterráneo. En España, por ejemplo, existen la Denominación de Origen Protegida (DOP) “Alcachofa de Benicarló” y la Indicación Geográfica Protegida (IGP) “Alcachofa de Tudela”.
La alcachofa está presente en muchas dietas para controlar el peso. Esto se debe a que son ricas en fibra dietética, una característica que ayuda a regular el tránsito intestinal. Además tienen un efecto saciante que contribuye a controlar el apetito y son muy diuréticas ya que contienen cinarina.
Muchas empresas de cosmética incluyen extracto de la alcachofa en sus cremas, geles y lociones para potenciar de forma natural la luminosidad de la piel y el cabello. El extracto de alcachofa posee además un efecto antienvejecimiento.
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